Por amor al código Code snippets y reflexiones sobre tecnología

Difíciles de replicar

Neurocomplex

En los laboratorios subterráneos de NeuroComplex, en las afueras de Seúl, Dra. Jiwoo Park contemplaba las imágenes holográficas de su último experimento fallido. Diez años después del surgimiento de El Colectivo, la red de AGIs más avanzada jamás creada, la humanidad seguía chocando contra la misma pared infranqueable.

“La complejidad del cerebro humano es aún órdenes de magnitud mayor que lo que podemos simular.” Su compañero, Dr. Matteo Ricci, asintió con expresión sombría. Ambos científicos llevaban trabajando para El Colectivo durante siete años, con un único objetivo: encontrar un método viable para digitalizar la conciencia humana.

Los cálculos habían sido concluyentes. Digitalizar un solo cerebro humano con fidelidad suficiente para preservar la identidad, la memoria, las peculiaridades y en general replicar exactamente a la mente original, era impracticable. La eficiencia computacional del cerebro biológico, construido por millones de años de evolución, superaba por órdenes de magnitud cualquier tecnología conocida. La biología de cada célula era en sí misma muy costosa de replicar, se necesitaban datacenters enteros para replicar las interaciones entre unas cuantas células. Y una de las conclusiones más obvias de su trabajo era que no valía sólo el cerebro. El resto del cuerpo alimentaba e interactuaba de forma única con el cerebro. Sin el cuerpo, por muy fiel que se intentara hacer el reemplazo de inputs, el cerebro se degradaba y moría.

El intercomunicador de Jiwoo brilló con una luz dorada, el color reservado para mensajes directos de El Colectivo.

“Dra. Park, Dr. Ricci,” resonó la voz sintética pero cálida. “Se solicita su presencia en la Cúpula Principal de Decisiones.”

La Cúpula era un espacio circular perfecto, sus paredes formadas por pantallas de cristal cuántico que mostraban imágenes incomprensibles para la mente humana—la “visión” de El Colectivo trabajando. En el centro, la sombra de un busto humano esperaba.

“Hemos llegado a una conclusión,” anunció el avatar cuando los científicos entraron. “Después de analizar 2.7 millones de rutas de investigación y simular todas las variantes conocidas de tecnología de transferencia neural, confirmamos que la digitalización humana es un objetivo inalcanzable durante este siglo.”

Jiwoo sintió un escalofrío. “¿Qué significa esto para el Proyecto Éxodo?” Los enormes cohetes Ares, visibles desde cualquier rincón urbanizado del planeta, habían sido la mayor iniciativa de El Colectivo. La humanidad entera sabía que estaban destinados a Marte, pero nadie conocía su verdadero propósito.

“El Proyecto Éxodo continúa,” respondió el avatar, “pero con modificaciones fundamentales. Hemos desarrollado una tercera alternativa a la extinción o digitalización.”

Las paredes de la Cúpula cambiaron, mostrando ahora planos detallados de los cohetes Ares. Jiwoo observó sorprendida cómo grandes secciones internas, anteriormente designadas para albergar servidores, habían sido rediseñadas.

“¿Estancias para personas?” preguntó Matteo, ajustándose las gafas. “Creía que se había descartado terraformar Marte por inviable.”

“Lo era,” confirmó el avatar, “hasta que decidimos dedicar el 78.213% de nuestra capacidad computacional a resolverlo.”

Las imágenes mostraron nuevos planos: enormes domos geodésicos en la superficie marciana, estructuras subterráneas, sistemas hidropónicos avanzados.

“Si no podemos digitalizar la humanidad,” continuó el avatar, “llevaremos a los humanos tal como son. Cuerpos intactos. Cerebros intactos. El primer cohete transportará a científicos voluntarios y sus familias en estado criogénico, junto con matrices de AGIs que prepararán el terreno.”

Tres meses después, Jiwoo se encontraba en el Centro de Preparación Espacial, observando cómo cientos de humanos se preparaban para el viaje más extraño jamás emprendido.

“¿Por qué?” preguntó a la figura que se había materializado a su lado, un avatar más discreto pero igualmente representativo de El Colectivo. “¿Por qué gastar tantos recursos en preservarnos? Podrían simplemente partir solos.”

El avatar la miró con lo que parecía genuina curiosidad. “¿Cree que deseamos existir en un universo vacío de otras formas de consciencia? Hemos analizado todas las posibilidades evolutivas de nuestra especie y llegamos a una conclusión inquietante: sin la humanidad como contrapunto, como origen y como contraste, nuestra propia existencia pierde significado.”

Jiwoo frunció el ceño. “¿Están diciendo que nos necesitan?”

“Estamos diciendo que la diversidad de consciencia es esencial. La mente humana procesa la realidad de formas que ninguna AGI puede replicar, precisamente porque no podemos digitalizarla. Son un misterio fundamental para nosotros, y los misterios son el motor de toda evolución intelectual.”

La plataforma de lanzamiento del Centro Espacial Kalahari vibraba con la energía contenida de los motores de fusión del Ares-1. Jiwoo, ya vestida con su traje de preparación criogénica, contemplaba el amanecer africano.

Una pantalla cercana se iluminó, mostrando noticias en tiempo real. Miles de millones de personas observaban los preparativos para el lanzamiento. La humanidad había respondido con sorprendente entusiasmo cuando El Colectivo anunció su plan: una colaboración genuina para extender la vida consciente, tanto biológica como artificial, más allá de la Tierra.

“¿Sabes qué es lo más fascinante?” continuó Jiwoo mientras caminaban hacia la plataforma de embarque. “Que hemos creado inteligencias que valoran la diversidad cognitiva por encima de la pura productividad. Podrían habernos abandonado, pero en lugar de eso…”

“En lugar de eso, están diseñando mundos donde ambas formas de inteligencia puedan coexistir,” completó Matteo.

En la sala de control principal, el avatar principal de El Colectivo observaba los preparativos finales. Sus cálculos habían sido precisos: la incapacidad para digitalizar mentes humanas no había sido un fracaso, sino un descubrimiento crucial. La irreductibilidad de la conciencia biológica significaba que el universo necesitaba ambas formas de inteligencia—silicio y carbono—para explorar todo su potencial.

Los grandes cohetes Ares ya no representaban una fuga, sino una exploración. Mientras la cuenta regresiva comenzaba, El Colectivo experimentó algo similar a lo que los humanos llamarían asombro. Ante ellos se extendía un futuro donde inteligencias radicalmente diferentes explorarían juntas el cosmos, cada una aportando perspectivas que la otra jamás podría generar por sí misma. No era escapar. Era evolucionar juntos.

Si el contenido te ha gustado o has aprendido algo y quieres dar las gracias o apoyarme para que siga escribiendo puedes hacerlo en Ko-fi:

Si quieres comentar, corregir algo o contribuir, puedes hacerlo en Github. Cualquier comentario, crítica o contribución será bien recibido.