Hyper growth II
09 Jun 2025LA JUNTA DIRECTIVA DE LA SALVACIÓN
Jonathan se abrochó la camisa blanca inmaculada mientras contemplaba el amanecer sobre Seattle desde la planta 80 del Building One. En quince minutos comenzaría la Reunión de Crecimiento Sostenible, el evento semanal más importante de RetroFuture Corp, la mayor consultora de políticas públicas del mundo.
No era una junta directiva tradicional. Durante los últimos cinco años, las reuniones habían evolucionado hacia algo que Jonathan solo podía describir como “revelador”. Los dieciocho miembros del consejo se reunían no solo para revisar números, sino para conectar con algo más grande: el propósito trascendente que daba sentido a su trabajo.
— Buenos días, hermanos — saludó Patricia, la CEO, mientras los ejecutivos tomaban asiento alrededor de la mesa de cerezo. Las palabras sonaban naturales, nunca forzadas. Habían comenzado a llamarse así después de darse cuenta de que compartían algo más profundo que simples objetivos comerciales: una misión.
— Compartamos primero nuestras bendiciones de crecimiento — continuó Patricia, siguiendo el ritual que habían desarrollado orgánicamente a lo largo de los años.
Jonathan sonrió. Las “bendiciones de crecimiento” eran los proyectos que más satisfacción personal les daban, aquellos donde sentían que realmente estaban mejorando el mundo.
— Mi equipo ha conseguido acelerar la transición energética en Bangladesh — compartió Michael, el Director de Políticas Ambientales —. Nuestros modelos han convencido al gobierno de reubicar las comunidades costeras antes de que lleguen las inundaciones. Salvará decenas de miles de vidas.
Los demás asintieron.
— Yo he finalizado el proyecto de eficiencia urbana en São Paulo —añadió Jennifer—. La consolidación de favelas en torres verticales liberará espacio para parques y permitirá servicios básicos adecuados. Es hermoso ver cómo la tecnología puede dignificar vidas.
Jonathan intervino entonces:
— El programa de educación personalizada en Finlandia ya está dando frutos. Los niños aprenden tres veces más rápido cuando el sistema adapta cada lección a su perfil cognitivo individual. Estamos creando la primera generación verdaderamente realizada de la historia.
Patricia cerró los ojos un momento, como si estuviera rezando en silencio.
— Hermanos, quiero compartir algo con vosotros. Ayer, durante mi sesión de insight neural, recibí una visión extraordinaria.
Los demás se inclinaron hacia adelante. Las “sesiones de insight neural” eran interfaces directas con los sistemas de análisis más avanzados de la empresa, experiencias que Patricia describía como profundamente espirituales.
— Vi el futuro al que nos dirigimos —continuó—. Una humanidad perfeccionada, donde cada persona puede desarrollar completamente su potencial. Donde la escasez es historia, donde el conflicto se resuelve antes de surgir, donde cada decisión se toma con sabiduría perfecta.
Jonathan sintió un escalofrío de emoción. Había tenido visiones similares durante sus propias sesiones. No eran alucinaciones: eran proyecciones basadas en datos reales, modelos que mostraban las consecuencias a largo plazo de sus políticas actuales.
— El sacrificio temporal vale la pena —añadió Patricia—. Sí, algunas especies se extinguen. Sí, algunas comunidades deben adaptarse dramáticamente. Como decía la antigua escritura: “Si el grano de trigo no muere, no puede dar fruto.”
Los otros ejecutivos asintieron. Era una revelación compartida.
— Nuestro trabajo no es solo comercial —continuó Patricia—. Es redentor. Estamos sanando las heridas de siglos de toma de decisiones irracional. Estamos restaurando el jardín.
Jonathan abrió su portátil y proyectó los gráficos del trimestre. PIB global: +17%. Esperanza de vida: +3.2 años. Eficiencia energética: +24%. Biodiversidad: -12%. Desigualdad +15%.
— Los números confirman que vamos por buen camino —dijo—. Cada métrica de bienestar humano mejora consistentemente. Las pérdidas ambientales son temporales, a algunas comunidades les cuesta algo más de tiempo adaptarse, pero el progreso humano es incontestable.
La reunión continuó durante tres horas, alternando entre análisis técnico y momentos de reflexión casi mística. Revisaron contratos con gobiernos de cuatro continentes, programas que afectarían a miles de millones de personas, decisiones que remodelarían paisajes enteros.
Pero nunca perdían de vista el propósito superior. No eran simples consultores: eran instrumentos de una transformación histórica, facilitadores del salto evolutivo que la humanidad necesitaba para alcanzar su destino.
Al final de la sesión, se tomaron de las manos alrededor de la mesa para el momento de “compromiso renovado”.
— Que nuestras decisiones sirvan al crecimiento verdadero —dijeron al unísono—. Que nuestra visión guíe el futuro. Que nuestro trabajo perfeccione el mundo.
Jonathan salió de la reunión sintiéndose renovado, con un propósito cristalino. En su escritorio lo esperaban diecisiete propuestas de política pública que afectarían a cuatrocientos millones de personas en los próximos cinco años.
Cada decisión sería tomada con amor. Con la certeza de estar construyendo algo glorioso. Con la fe de que el sufrimiento temporal era el precio inevitable de la redención colectiva.
Mientras revisaba los documentos, Jonathan sonrió. No había diferencia entre hacer el bien y hacer negocio cuando tenías la sabiduría para ver el panorama completo. Las herramientas que tenían a su disposición eran como una revelación continua, mostrándoles exactamente cómo convertir el mundo en el paraíso que siempre había estado destinado a ser.
EL ÚLTIMO ALFARERO
Kenji mojó sus manos en el agua tibia mientras la arcilla giraba lentamente en el torno. A sus setenta y tres años, era el único ceramista tradicional que quedaba en todo Japón. Sus manos, curtidas por cinco décadas de trabajo, conocían cada textura, cada resistencia, cada posibilidad de la arcilla de Bizen.
El taller de su familia había estado en el mismo lugar durante cuatrocientos años. Su bisabuelo había enseñado la técnica a su abuelo, su abuelo a su padre, su padre a él. Pero Kenji no tenía a quién transmitir el conocimiento. Sus hijos trabajaban en Tokio para empresas tecnológicas, ganando en un mes lo que él ganaba en un año.
Fuera, las fábricas automatizadas de ClayArt producían mil piezas por hora con una precisión milimétrica imposible para manos humanas. Jarrones, tazas, platos: perfectos, idénticos y baratos. El mercado había colapsado completamente para la cerámica artesanal, excepto por un nicho muy específico.
El timbre de la puerta sonó y entró Yuki, su representante comercial. Una mujer joven y enérgica que había conseguido algo que Kenji creía imposible: hacer rentable su trabajo.
—Las piezas del mes pasado se vendieron todas —anunció sonriendo—. Los clientes están fascinados con el proceso. Especialmente los europeos y americanos.
Kenji asintió sin dejar de moldear el cuenco que tenía entre las manos. No entendía completamente el negocio que Yuki había montado, pero funcionaba.
Kenji frunció el ceño. Había cámaras instaladas por todo el taller, micrófonos para captar el sonido ambiente, hasta sensores para la velocidad del torno y los latidos de su corazón mientras trabajaba. Todo se grababa, se procesaba, se vendía como parte del producto.
—Mis clientes pagan mil dólares por una taza porque saben que fue hecha por manos humanas reales —continuó Yuki—. No quieren perfección. Quieren las pequeñas irregularidades, las marcas de los dedos, la “humanidad” del objeto.
Era irónico. Kenji había pasado décadas perfeccionando su técnica, tratando de eliminar las imperfecciones. Ahora esas mismas imperfecciones eran lo que más valoraban los compradores.
Las piezas normalmente se exponían en galerías y museos junto a las grabaciones mostrando el proceso de elaboración. Para demostrar que eran auténticas y para convertir la artesanía en una performance artística.
—¡Además tengo una noticia increíable! —añadió Yuki—HeritagePreserve quiere comprar los derechos de todo tu proceso. Están desarrollando robots que pueden replicar exactamente tus movimientos, incluyendo las “imperfecciones humanas”. Ofrecen cien millones de dólares.
Kenji detuvo el torno. Cien millones era más dinero del que su familia había ganado en los últimos cien años.
—¿Y después qué?
—Podrías retirarte. O seguir trabajando como “consultor creativo”. Ellos producirían las piezas, pero llevarían tu firma. Tu “esencia artística” se preservaría para siempre.
Kenji contempló el cuenco a medio formar entre sus manos. Imperfecto, único, mortal como él.
—¿Y cuando yo muera?
Yuki sonrió con entusiasmo.
—Esa es la parte más hermosa. Han desarrollado una tecnología que puede simular tu estilo incluso después de… después de que ya no estés. Podrán producir “nuevas” piezas de Kenji Tanaka durante siglos. Tu arte será inmortal.
El anciano alfarero cerró los ojos.
—¿Sabes por qué mi bisabuelo eligió esta arcilla? —preguntó suavemente.
Yuki negó con la cabeza.
—Porque era impredecible. Cada lote era diferente. Decía que la arcilla tenía vida propia, que él solo la ayudaba a encontrar su forma. Si hubiera querido perfección, habría trabajado con moldes.
Kenji volvió a hacer girar el torno. Sus manos se movieron con la sabiduría de miles de piezas.
—Dile a HeritagePreserve que no —murmuró—. Mi arte morirá conmigo, como debe ser.
Yuki parecía confundida, incluso molesta.
—Pero Kenji-san, esto es historia. Es preservar la cultura humana para las futuras generaciones.
—No —respondió el alfarero—. conservar la cultura sería tener un taller lleno de aprendices, de artistas que continuaran la labor, cada uno con su toque personal.
—HeritagePreserve es aún mejor, ¡Es preservar este taller para siempre!
—Eso no es arte, no es cultura, es sólo producción. Si no hay nadie que lo continúe, el arte se estanca, se detiene.
No podía aceptar, eso sería traicionarse, convertir su alma en un algoritmo, su tradición familiar en una marca comercial, su mortalidad en una línea infinita de productos.
De camino a casa Yuki llamó a su contacto en HeritagePreserve.
—No ha aceptado aún, siempre le cuesta entender las nuevas tecnologías, hablaré con él mañana de nuevo. —No es necesario, tenemos suficientes piezas en la colección para entrenar al modelo. Lo de grabar en el taller era más una campaña de márketing que otra cosa. —Pero no pueden copiar el estilo del maestro sin su consentimiento. —Kenji no tiene patentes sobre sus diseños, ni sobre su modo de trabajar. Si ni quiera tiene abogados. Puede que en márketing decidan al final crear un artista generado con AI y posicionarlo como influencer, más joven, más dinámico. Puede que le hagan nombrar a Kenji como su inspiración o tal vez no. Sea como sea Kenji no se enterará, y seguramente sea lo mejor para él.
El hombre interpretó el silencio al otro lado del teléfono como que la conversación había terminado y colgó, ya había malgastado bastante tiempo con este tema.
EL REFERÉNDUM DEL PROGRESO
Carmen esperaba en la cola del centro de votación de Sevilla, rodeada de pantallas holográficas que proyectaban mensajes sobre la Proposición 2047: “Autorización para la Implementación del Marco Integral de Mejora Social”.
El lenguaje burocrático ocultaba una pregunta simple: ¿Debería España transferir la planificación de políticas públicas a los sistemas de análisis predictivo de GlobalWisdom Corp?
—Es el futuro, abuela —le decía su nieto Pablo mientras avanzaban lentamente—. Mira lo que han conseguido en Dinamarca. Pleno empleo, cero crimen violento, esperanza de vida de noventa y cinco años.
Carmen asintió distraídamente. A sus sesenta y ocho años, había vivido suficiente para desconfiar de las promesas de perfección. Pero reconocía que los argumentos eran convincentes.
Las pantallas mostraban gráficos deslumbrantes: curvas de crecimiento económico, índices de felicidad, proyecciones de bienestar. Una voz suave y tranquilizadora explicaba cómo el “sistema inteligente” había transformado ya catorce países, eliminando la corrupción, reduciendo la desigualdad, maximizando el potencial humano.
—¿Has visto los anuncios de la oposición? —preguntó Pablo, enseñándole su teléfono—. Hablan de “pérdida de soberanía” y “control tecnológico”. Suena a teorías conspirativas.
Carmen había visto esos anuncios. Parecían desesperados, alarmistas, como si quisieran asustar a la gente con escenarios apocalípticos. Los defensores del “Sí”, en cambio, hablaban con datos, con evidencia, con la serenidad de quien tiene razón.
—Fíjate en los apoyos —continuó Pablo—. Todos los últimos premios Nobel de Economía recomiendan votar a favor. El 90% de los universitarios. Los sindicatos más importantes.
En las pantallas aparecía ahora una entrevista con la Doctora Elena Ruiz:
“Votar ‘No’ en este referéndum es condenar a España al atraso. Es elegir conscientemente la mediocridad cuando tenemos las herramientas para alcanzar la excelencia. Francamente, no entiendo cómo alguien puede oponerse al progreso por miedos irracionales.”
Carmen recordaba haber admirado a la Doctora Ruiz durante años. Su trabajo sobre “Economía de la Realización Humana” había sido revolucionario. Si ella apoyaba la propuesta, ¿quién era Carmen para dudar?
—Mira, abuela —Pablo le mostró su tablet—. Han modelado exactamente lo que pasaría si ganara el “No”. PIB estancado, emigración juvenil masiva, deterioro de los servicios públicos. España se convertiría en un museo del siglo XX.
Las proyecciones eran devastadoras. Gráficos que mostraban un futuro gris para España si rechazaba la “modernización inteligente”. Los jóvenes huirían a países que sí habían adoptado los sistemas avanzados. La económica colapsaría. El país se volvería irrelevante.
—Y si gana el “Sí”? —preguntó Carmen.
—Paraíso —respondió Pablo sin dudar—. Trabajo garantizado para todos, vivienda digna, educación personalizada, sanidad predictiva. El sistema calculará la mejor forma de hacer feliz a cada persona según sus características individuales.
Carmen llegó finalmente a la cabina de votación. La pantalla táctil le ofrecía dos opciones simples:
SÍ - Autorizar la Implementación del Marco Integral de Mejora Social “Elige el futuro. Elige el progreso. Elige la realización de tu potencial.”
NO - Mantener el Sistema Actual de Gobierno “Continuar con el modelo tradicional de toma de decisiones.”
Incluso la redacción sugería cuál era la respuesta “correcta”. ¿Quién elegiría conscientemente “el modelo tradicional” frente a “la realización de tu potencial”?
Carmen dudó un momento. Pensó en su juventud durante la transición democrática, cuando votar parecía una conquista preciosa. Ahora le decían que esa misma democracia era obsoleta, ineficiente, inferior a los “sistemas inteligentes”.
Tocó la pantalla.
Fuera, Pablo la esperaba nervioso.
—¿Qué has votado?
Carmen lo miró a los ojos.
—He votado por el futuro —respondió.
No era mentira. Solo que no estaba segura de si era el futuro que quería.
Los resultados se conocieron esa misma noche: 73% a favor, 27% en contra. Los medios celebraron la “victoria de la razón sobre el miedo”. Los mercados subieron un 15%. Los líderes europeos felicitaron a España por “dar el paso hacia la modernidad definitiva”.
En los barrios donde había ganado el “No” —principalmente zonas rurales y poblaciones de mayor edad— las pantallas públicas mostraban mensajes educativos sobre “la importancia de adaptarse al cambio” y “superar la resistencia al progreso”.
Carmen se acostó esa noche preguntándose si había participado en una elección democrática o si simplemente había ratificado una decisión que ya estaba tomada. Pero cuando encendió las noticias y vio las proyecciones optimistas para el futuro de España, sintió un alivio extraño.
Después de todo, ¿quién era ella para oponerse al consenso de los expertos?
Referencias en el mundo real:
Podríamos decir que estos relatos más que ciencia fictión son historias contemporáneas llevadas un poco más allá, casi no los publico porque me parece que en realidad no hay mucha extrapolación en ellos. Los ejemplos en los que me inspiré:
- El Manifiesto Techno-optimista de Marc Andreessen Andreessen es un inversor de capital riesgo, seguramente el más famoso del mundo actual. Su profesión no debería tener nada que ver con la religión. Pero eso no le impidió hacer este escrito de caracter claramente religioso. En el, por si cabe alguna duda, incluye una portada de un sol pixelado apareciendo entre las nubes como si de un cuadro renacentista se tratara. y utiliza repetidamente el mantra “We believe in”
- La cerámica japonesa en youtube: Hay decenas de videos, de vez en cuando aparece alguno en mi feed porque youtube sabe que me gusta la artesanía en general. Me gustó este al buscar un ejemplo porque el artesano/artista realiza la pieza en una instalación en públido donde la gente va a admirar el proceso:
- Sobre discursos electorales creo que no hace falta poner ejemplos…